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Valle de Cocora, eje cafetero Colombiano

  • Foto del escritor: Zule
    Zule
  • 2 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Al día siguiente después de un buen desayuno, nos dirigimos a la Plaza Bolívar, en el momento sacamos los boletos para viajar en jeep, se van llenando por orden de llegada, salen varios juntos cada hora a partir de las 6,30 hs a un costo de COP 8.000 ida y vuelta, el viaje es por camino de montaña, unos 25 minutos hasta llegar al Valle de Cocora. Ya en el valle, nos ofrecieron hacer un tour a caballo dependiendo de la distancia es el costo, pero hasta el tramo más corto nos pareció carísimo porque los cotizan en dólares, por lo que decidimos comenzar a caminar, hacía buen tiempo, ni frío ni calor ideal para la caminata.

Pasamos por un lugar donde alquilaban botas de goma para caminar por el barro por COP 4000, pero en realidad el camino estaba en buenas condiciones y no hacía falta utilizarlas, por lo que seguimos con nuestro calzado. Enseguida llegamos donde estaba el primer mirador, para ingresar tomando el camino más corto hay que pasar por una propiedad privada y te cobran el ingreso de COP 3000.


Valle de Cocora


La belleza del valle con sus altísimas palmeras de cera, que son el árbol nacional de Colombia, eran increíbles, algunas llegan a medir hasta 60 metros, nos quedamos maravillados con lo verde del lugar, y las casitas que divisamos en el valle, transmitían una vida de paz y tranquilidad. Seguimos caminando hacia el mirador, trepando por una colina empinada, pero antes, buscamos alguna rama que nos sirviera de bastón para facilitarnos el ascenso y por suerte encontramos. Ya arriba, había mucha gente, y ahí nos enteramos que era un grupo que venían a una convención de fotógrafos y se encontraban tomando fotografías, por ello habían llevado una chica como modelo, unos niños vestidos con ropas típicas. Ya que estábamos aprovechamos también a tomar algunas fotos con esos recursos.



De pronto, nos sorprendió el vuelo de unos cóndores, uno se acercó tanto que estuvo a unos pocos metros sobre nuestras cabezas, fue maravilloso. Con motivo que el valle es hábitat de estas aves, no está permitido el uso de drones en la zona. La bajada de la colina costó un poco más que el ascenso, debido a ser tan empinada, para esto se acercaban algunas nubes y como también ya era la hora del almuerzo, nos dimos por satisfechos haber llegado hasta aquí y decidimos no continuar hasta el próximo mirador. Como estamos en época de lluvia, no queríamos que nos sorprenda una en este lugar, en general viene lloviendo a la tarde noche, pero el resto del día se mantiene el buen tiempo. Depende del estado físico y la elección de ir por más aventura, esta excursión te puede llevar medio día si vas hasta el primer mirador o todo el día si decides seguir subiendo la montaña. En el valle, donde iniciamos la caminata hay restaurantes para el que desee almorzar en el lugar.

Recomendación: llevar agua para hidratarse, pantalla solar, protector contra insectos, sombrero, un buen calzado para hacer trekking y vestimenta tipo cebolla, por si hace calor, frío o llueve.

Cuando regresamos a Salento y de paso miramos los horarios de los jeeps para ir a Filandia, ya que pensábamos ir al día siguiente. Ahí nos enteramos que tienen 3 servicios de ida a la mañana a partir de las 8,40 y 3 a la tarde, lo mismo para el regreso, siendo el último, a las 18 hs.


Cafecito.... Ya en la tarde quisimos seguir con nuestra degustación de cafés, como sabemos el café colombiano es de sabor suave, pero depende de la zona donde fue cultivado tiene un sabor distinto según nos explicaron. Entonces nos dirigimos a tomar un café de Quindio, en un barcito del mismo nombre frente a la plaza, tiene un sabor suave para nuestro gusto y comparando con el día anterior que probamos en el Café Martí, este último aún más suave que el Quindío.

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